Surgió en mí una gran idea:
* Siendo justos, aún las penas del ser más atormentado, tienden a ser del todo banales. Las maquillamos con grande teorías de la angustia, la nada y la muerte. De esta forma incurrimos en una nueva mentira: creyendo que el universo per se es injusto, inconscientemente le devolvemos al cosmos el sentido, en este caso, el sentido de lo "terrible".
Sin embargo, cuando uno se percata de esa vulgaridad de las causas de nuestra aflicción, ¿no pierde el universo incluso el más desesperado intento de justificación?
Nadie entiende a la posmodernidad, porque ella no navega en las aguas del sinsentido otrora considerado por los existencialistas -al cabo una fe. Más bien navega en mares de radical desinterés y apatía. No hay lágrimas, ni alegrías, tampoco el silencio de cuando las palabras no bastan -lenguaje al fin. Es el silencio de cuando ya no hay nada que decir, porque lo otro ya no importa, no enriquece. Somos acaso universos cerrados, sin ningún puente entre nosotros. Tal es el drama de nuestra era: no creer más en la realidad transmutadora del beso y la poesía.